¿Qué es la felicidad? ¿Es posible ser felices hoy? Todos buscamos la felicidad, por distintos caminos, muchas veces impuestos por la publicidad y la propaganda. También Dios quiere que la humanidad sea feliz. La verdadera felicidad está en el centro de la enseñanza de Jesús.
Leemos en el evangelio de san Mateo 4, 25 – 5, 12:
Seguían a Jesús grandes multitudes, que llegaban de Galilea, de la Decápolis, de Jerusalén, de Judea y de la Transjordania. Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a él. Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo:
Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los cielos.
Felices los afligidos, porque serán consolados.
Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia.
Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.
Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios.
Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.
Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los cielos.
Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí. Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron”.
El mensaje de Jesús está dirigido a los discípulos, pero está destinado también a “las grandes multitudes”. Es un mensaje programático, que supera todas las fronteras entre los pueblos. Jesús sube a la montaña, como antiguamente Moisés subió al monte Sinaí, pero no para recibir de Dios los mandamientos en tablas de piedra, sino para promulgar los estatutos para la vida de sus seguidores, para la formación de una nueva humanidad, libre y feliz. No presenta una lista de leyes que hay que cumplir con temor y sumisión, sino una increíble promesa de felicidad, opuesta a los criterios comunes de la sociedad y del mismo sistema religioso de su tiempo.
Declara felices a “los que tienen alma de pobres”. No son felices los pobres, sino los que deciden ser pobres, porque de esa manera su corazón no será ocupado por los bienes, el dinero, los intereses, el poder, sino por otro dueño al cual se entregan: “a ellos les pertenece el Reino de los cielos”, sólo Dios es su rey. “No tendrás a otro Dios delante de mí”: no se puede servir a dos señores. No se trata de elegir la pobreza, sino decidir libremente de hacerse pobres compartiendo lo que uno tiene y lo que uno es, para luchar contra la pobreza y sus causas y crear un mundo de hermanos, que cuidan el bien vivir de todos. Esa es la condición de la verdadera felicidad. No conoció esta felicidad el hombre que Jesús invitó a seguirlo después de compartir sus bienes con los pobres. Estaba atado por sus “muchos bienes”: “se entristeció y se fue apenado”.
Son felices también los que han sido heridos y sufren en su humanidad: “los afligidos”,víctimas de distintas opresiones económicas y religiosas;
“los pacientes”, sometidos a los poderes que los han despojado de la libertad y de los bienes;
“los que tienen hambre y sed de justicia” porque viven en una sociedad injusta y discriminante.
La Buena Noticia es que Dios quiere cambiar todas esas situaciones negativas: “serán consolados”, “recibirán la tierra en herencia”, “serán saciados”.
Y son felices los que tienen una actitud positiva:
“los misericordiosos”, capaces de solidaridad concreta, porque su disponibilidad provocará la respuesta generosa de Dios y de los demás en el momento de necesidad: “obtendrán misericordia”;
“los que tienen el corazón puro” porque de su corazón pueden salir buenas disposiciones y obras de justicia, y así pueden tener la experiencia de Dios: “verán a Dios”;
“los que trabajan por la paz”, la plena armonía entre todos y con la creación entera, porque es la manera de reproducir en el mundo la imagen y la intención de Dios, ser sus hijos: “serán llamados hijos de Dios”.
La acogida y la práctica de estas bienaventuranzas podrán encontrar resistencia en el corazón mismo de cada uno, pero sobre todo encontrarán oposición, también violenta, de parte de los que cuidan sus intereses y no quieren que alguien los cuestione o ponga en peligro su sistema de poder. La misma oposición y la persecución serán motivo de felicidad, porque Dios está de la parte de los perseguidos, Dios es su rey.
La persecución será dirigida explícitamente contra los discípulos de Jesús, que continúan la tradición de los profetas, los grandes luchadores por la justicia. Serán felices: su acción produce frutos de liberación y de vida porque Dios está con ellos.Es posible ser felices. Jesús ha indicado el camino.